Suelo hablar con las personas que acompaño de cómo desarrollar nuestra parte compasiva. Tener autocompasión significa reconocer mi propio sufrimiento. Es darnos cuenta de que la situación que vivimos, habiendo hecho las cosas mejor o peor, nos hace sufrir.
Cuando cometemos errores o las cosas no salen como esperamos, tendemos a hablarnos mal, de manera dura y exigente. “Tendrías que haberlo sabido antes”; “siempre te pasa lo mismo”; “no vales para nada”, y un largo etcétera de frases que, hasta qué punto permitiríamos que otros nos hablasen de esa forma. Y es que, como bien se dice popularmente, somos nuestros peores jueces.
Solemos pensar que la autocompasión es todo lo contrario a hablarnos mal. Creemos que es una forma buenista y negligente de hablarnos. Decirnos que todo está bien, aunque en el fondo sabemos que está fatal. Ahí está el tema, no hace falta que nos contemos una mentira. Sería tratarnos de idiotas porque claramente las cosas no están yendo bien.
Entonces, ¿qué significa ser compasivos con nosotros mismos? Pues reconocer esa miseria que estamos viviendo. Identificarnos con nuestro propio dolor y no fustigarnos por ello. Cuando vemos a alguien sufrir nos cuesta mucho más rendirle cuentas. ¿Por qué entonces somos tan duros con nosotros mismos? Me está pasando algo horrible y además me recuerdo una y otra vez lo inútil que soy.
Ser autocompasivos es reconocer que lo estamos haciendo lo mejor que sabemos y podemos. No se trata de darnos palmaditas en la espalda, sino de protegernos y tener en nosotros mismos un lugar seguro al que volver cuando lo pasamos mal. Si la vida me aprieta, al menos no seré yo quien siga castigándome.
La vida no siempre va a ir bien, por supuesto que no. La vida pasa por nosotros, nos arrastra, nos premia, nos exprime, nos alivia y nos ahoga. No estamos indiferentes ante su paso, y el sufrimiento tarde o temprano aparece. Asumir que esos momentos van a venir, que habrá cosas que no podremos controlar y que lo afrontaremos de la mejor manera que sepamos o podamos, es dejarnos tranquilos y sostenernos cuando la vida nos arrasa. Por eso es importante entrenar la autocompasión, aunque no sea nada fácil, porque nos va a permitir sostenernos cuando las cosas se tuerzan y apoyarnos con lo que sea que nos traiga la vida.